“Muere la tarde ocre
en las sombras del ocaso,
tapiz sepia que emerge
del sigiloso beso ancho.
Tú eres, siempre eres
la que surges del remanso
desde la soledad silente
de mis sueños a mis manos.”
Podría yo sentarme bien tranquilo
a mirar este cielo azul y recordarla
como aquel que busca en su destino
el volar entre las nubes y abrazarlas.
Podría yo mirar su reflejo en el río
dejar su rostro que navegue sobre el agua,
verla luego emigrar como un pez al infinito,
sin amarras, bajo el haz de esta luna blanca.
Entonces me siento, sonrío y medito:
cuan cortas me quedan todas las palabras,
para dibujar los pasos de tanto cariño
es necesario tejer su cuerpo de madrugadas.