Pasó muy poco tiempo desde que te conocí hasta que te coroné como la reina absoluta de mi vida, te endiosé, te volviste absoluta, te di todo de mí, fuiste tan inmensa que cuando me vi, cuando apenas me vi, supe que no quedaría ni polvo de mí sin ti.
Yo siendo salvaje me despersonalice, me volví iglesia, me volví enciclopedia. De día encontrabas en mí lo que tu alma anhelaba desde pequeña y de noche conocías el cielo y el infierno, conocías la bendita pasión con la que te recorría entera y la maldita lujuria con la que nos desfogábamos hasta ver las estrellas, mientras nuestro centro hervía y se fundían como tu boca con la mía.
Te amé y te cuide como a nadie antes y como a nadie después, busque siempre que fuéramos uno, pero al no verme separada te confundiste y pensaste que eras solo tú, tanto que yo no importe, tanto que lo que te contaba con lágrimas en los ojos para ti eran migajas, era nada, me rompí, me destruí, pero te amaba tanto que cuando escuché mi corazón crujir te expulsé de ahí para que no te lastimaras pero lo que nunca vi es que no importaron mis cuidados porque tú siempre estuviste dañada.