Qué tristeza partir así,
dejando el último jugo sin compartir.
Te extraño tanto, porque, ¿cómo no extrañar
al amor de mi vida, a quien todo me supo dar?
Fui egoísta, irrespetuosa,
una niña perdida en su edad caprichosa.
De niña juré amor eterno,
un cariño perfecto, puro y tierno.
Prometí no herir, ser siempre su paz,
pero al crecer rompí promesas sin mirar atrás.
Me rompí a mí misma buscando encajar,
y en mi rebeldía, la culpé por no entender mi andar.
Lágrimas suyas desataban tormentas,
y escalofríos herían almas desiertas.
Pero más frío era mi corazón cegado,
creyendo mentiras, por la rabia arrastrado.
Me fui sin mirar, sin decir adiós,
dejé a mi madre, la más grande de mi voz.
Ahora me inunda este eterno pesar,
¿cómo no lamentar, cómo no llorar?