Aquel, aquel…
aquel lunar negro, omnisciente, magnífico,
maléfico por su percepción,
inmensurable bajo mi concepción.
No con fin de crítica,
sino con fin de halago… de alivio.
Ante tu figura,
postro la imagen que mi mente osa representar
de tu \"prefectura\",
palabra que —bajo mi posible arrogante percepción—
debe expresar o, simplemente, indicar:
divinidad, banalidad,
algo sublime, tan simple y platónico
como tu lunar,
tu trenza,
tu belleza.
Soy un fantasma, inexistente,
y sin embargo,
tu imagen no se borra de mi mente.
Che, ¿vos estás bien?
Vos… la única palabra que recuerdo de ti.
Espero, al menos,
que no se esfume tu imagen de mis recuerdos,
que no olvide tu perfección.
Y aunque incrédulo de esto,
en esta misma perfección encuentro
tu rostro,
tu lunar,
tu trenza,
belleza inefable que un analfabeta como yo
es incapaz de describir,
pero sí capaz de recordar y añorar:
tú, tú simple lunar…