Daniela.Torres

Última Escena

Una silla me espera en silencio,

sola en el rincón donde la penumbra se asienta.

Casi parece un trono en su quietud,

como si conociera su papel en este final sin aplausos.

 

Las cartas descansan abiertas sobre la mesa,

papel que supo ser bosque,

que ahora se vuelve confesión y epitafio.

En cada línea, el eco de promesas rotas,

de amores que nunca germinaron.

 

La cuerda cuelga discreta,

con una paciencia antigua,

ajena al drama de quien la ve

como la única verdad posible.

No hay juicio en su espera,

ni piedad, solo un alivio opaco,

una salida que, en su brutalidad,

ofrece descanso donde la vida no lo hizo.

 

Es un anhelo primitivo, casi sagrado:

dejar este cuerpo fatigado,

escapar de esta carne que no encuentra amparo,

como un prisionero que se libera

del peso de existir sin respuesta.

 

Mañana hallarán el vacío donde estuve,

la silla sola en el rincón,

y quizá alguien entenderá

que algunos somos sólo polvo

buscando un lugar al que volver.