Estoy al desamparo de estos pobres días
sin un refugio donde poder protegerme,
con una memoria que construye todavía
un camino hacia lo que ya está ausente.
Oigo voces que son como suaves melodías
aferradas a un eco que no será para siempre,
en una miseria que no tiene garantías
porque no hay certezas de todo lo que en un instante vuelve.
Nadie me adelantó todas mis profecías
que estando aquí en la intemperie,
alguien leería alguna vez mis poesías
tendiendo con ese lector un invisible puente.
Escribir es el refugio de toda mi vida
donde el viento pasa libremente,
donde se abrirá la puerta de salida
¡Cuándo me atrapen los brazos de la muerte!