Para mis hijos Gabriela y Matías.
Hijos, escuchen estas palabras cansadas,
que pesan como siglos de sombras y de hollín;
en la vida podrán soltar mil moradas,
pero de ti mismo, jamás escaparás al fin.
De nada sirve huir de los propios pecados,
ni eludir los errores que clavan su diente;
perdonen sus fallos, sus pasos quebrados,
pues serán su propio juez, siempre presente.
Podrás soltar amigos y amores con calma,
podrás ver mil rostros y luego olvidar;
mas donde quiera que vayas, cargarás tu alma,
y en cada rincón, a ti te has de encontrar.
Es absurdo cargar el desprecio en vena,
el rencor hacia el ser que eres tú en esencia;
aprende a quererte, a sanar cada pena,
que tu reflejo es juez y también tu sentencia.
Por eso, mis hijos, abracen sus propios abismos,
que no hay libertad, no podrás de tu sombra escapar;
serás juez y verdugo, de tus sueños y espejismos,
y al final, sólo en ti hallarás un hogar.