Con sangre y sudor labré caminos que no vi, soñando un futuro que pudo ser inalcanzable. Hijo, escucha, mis pasos dejé allí, con sacrificios que nunca olvidaré.
Por tus sueños luché sin desvelo, te di mis anhelos, mi vida, mi fe. Con cada lágrima vertida en el suelo, pues fue un pacto de amor que juré.
Ya no le temo a la soledad, ni a la sombra, ni al destino, pues en ti florecen mis esperanzas. Hijo, que en tus ojos divinos este la luz que cura las heridas y me den aliento.
Si mis sacrificios no hallaron consuelo, si mis sueños quedaron atrás, que para ti si se manifieste el sacrificio valorado y los sueños cumplidos.
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