Elias Castellano Blanco

SUEÑO

 

 

Estando yo sobre un monte

que llaman acantilado

porque linda con la mar,

miraba, fieras romperse

las verdes y fuertes olas

que se volvían encaje

blanco de espuma y de sal.

 

El sol que lento salía

de la gran profundidad

ponía mágicas luces,

sobre el puerto, la bahía,

y los barcos faeneros

que volvían de pescar.

 

Se me posó una gaviota

sobre mi espalda al desnudo

que me susurro al oído:

- Cabalga sobre mi grupa

y te mostraré otros mundos.

 

Sobre aquellas blancas alas

me subió a una gran altura

desde donde divisé,

igual que si un sueño fuese

lo que nunca creí ver.

 

Gentes, pueblos y culturas.

La inmensidad de los mares.

La pequeñez de la tierra.

Las disputas por poderes.

Los conflictos y las guerras.

Como se moría de hambre.

Como se mataba impune.

Como juega el poderoso

con la dignidad del pobre

cuando la ambición le sube.

Y como las religiones

no quieren ver los horrores,

y se ponen antifaces

de plata, de oro y de flores.

 

Y allí, me sentí humillado.

Me avergoncé de mi vida.

Y lloré desconsolado

y mis lágrimas rodaban

por el abismo, perdidas.

 

¡Cuánta podredumbre oculta

bajo tanto paraíso!

¡Cuán pequeñito es el hombre

que avasalla sin permiso!

¡Y cuánto, criminal suelto

vestido de seda y lino!

 

¡No quiero verlo, no quiero!

Me siento inútil y cómplice.

Pero lo peor de todo

es, que me siento indefenso.

 

Sin interrumpir su vuelo

me dijo mi compañera,

- Aún tienes la palabra,

procura usarla con causa

y ponla en boca de aquellos

que nunca podrán usarla.

 

Trémulo me desperté

sobre aquellas altas rocas,

y comprendí mi deber

de reclamar la justicia;

porque allí, junto a mí estaba,

en un hueco reposando,

mi compañera dormida.