Carlos Eduardo

CIUDADELA (**)

Vivimos una mentira exacerbada de maldad desarrollada bajo una dialéctica de los bajos instintos.

 

CIUDADELA
      Nos facilitaron catalejos; pero sí he estado allí antes; me habías señalado el lado oeste y no el sur, por eso no pude dar; es un villorrio despoblado, de haberme dirigido ahí, seguramente te habría encontrado. No, te equivocas, no la estás viendo con mis ojos, es misteriosa, mirarás a través de mis sentidos, te iré contando las imágenes detenidamente, me asentirás con un gesto; allí, tampoco me habrías reconocido ni yo a ti. Para los visitantes, no hay gente, las fachadas les parecen derruidas; sin embargo, todo es nuevo, manteniendo las formas de hace 2 siglos, hay vida activa, educación, biblioteca,  basílica, parroquias, universidad, colegios, parques, plazas,  comercio,… nada falta a lo que una sociedad hace. Observa lejos verás un campanario elevado con cuatro conos de cobre y uno mayor de oro, las arboledas a su lado son del jardín botánico, ese edificio con enredaderas en sus muros es la universidad, así sucesivamente le fue nombrando las edificaciones y lugares más representativos. Podré ir para estar contigo; no te adelantes, sí, lo puedes hacer, me encontrarás en las salas de estudio de la universidad, no sabrás quién soy ni yo sabré quién eres.

    En tanto, para mis adentros me decía, habrá un día dónde no exista el arriba y el abajo ni el dentro y afuera y menos el tú y el yo; todo el espacio contendrá el tiempo y el tiempo a la inmensidad; las tonalidades de infinitos colores campanearán en nuestros oídos con los sabores más intensos olor a jazmines, que recorreré con mis manos hasta hacerlas brillar...

 

(**) Es la continuación de

    Tendré que buscarte más allá de las palabras, el gatito no llegó; cuánto lo esperé mirando desde el balcón su venida a estas tierras lejanas; sí, sé que no es un minino volador; debe cruzar mares, cordilleras, ríos,... guiarse por sus instintos, descansar, llevarse sueños, encender sus ojos para atravesar la noche,...

     Mas, mientras conversaba con el miau del vecino que mira hacia el cielo para evitar el saludo, oía música de los Beatles, ejecutada por la orquesta  sinfónica de Rumania.
       En ese instante, ella me dijo que ella no era ella, le pregunté entonces, ¿quién eres?, una penumbra, me contestó y ¿tú? el que cree amarte, pero si sólo eres una silueta ¿dónde está tu yo verdadero? no muy lejos en una ciudadela detrás del bosque.

       En eso tenía puesta la mente cuando nuevamente apareciste un poco despeinada por el viento de mediodía, y me preguntaste, en qué estabas. 
     De golpe caí, mi ensimismamiento respondí, se debía a qué pensaba sobre tu yo verdadero, cómo sería, no podía siquiera imaginármelo, me era ajeno, distante, impenetrable.

      La semana pasada fui más allá del bosque, se extendía una playa inmensa, las aves emitían graznidos, la mar azul tenía las tonalidades de las marinas pintadas al óleo, navíos cruzaban a lo lejos, hacia el norte y hacia el sur, caminé en ambas direcciones por la arena, no había nada ni nadie, ni alma a quién pedir una guía.

       Dijiste, es que esa ciudadela la estoy construyendo ladrillo a ladrillo, los planos están completos, su vida se desarrolla normalmente en mi mente, para cuando esté terminada podrás visitarme, en tal momento comenzarás a dilucidarme.
      Por favor disimula, has como si fueras enteramente tú la que estás aquí presente; estoy vagando por los terrenos de la sinrazón, extraviado.


      Me dirás que no puedo amar lo que desconozco y en eso tienes razón; subamos a la torreta de los guardabosques para ver la ciudadela, juntos; me seguiste por sinuosos caminos de hojas cansadas de aguardarnos, alcanzándola, se veía alta, ubicada en una colina. En el trayecto pensé en voz alta, no me siento seguro si es necesario tanto devaneo, nuestra alma es una partícula de una gran alma, siempre nos sentiremos que nos falta algo hasta no integrarnos a ella, a ti te sucede lo mismo y al unirnos nos sentiremos plenos; así y todo, queremos más, sin detenerse; para la mente, el espíritu y el cuerpo sucede lo mismo; tu parecías aletear a través del rumor del tiempo difundido en el espacio con sabor a tristeza, olor a mar; juntabas las gotas, las que no se hacían esperar, agua celeste, luciérnaga de colores divinos, en ella eres igual a los ojos de una dulce gata que maúlla, gruñe, rasguña,...