Pablo Sanz Otal

La paloma abnegada

Por el momento social

me hallo en esta situación

oyendo a la autoridad

mi casa es mi reclusión.

 

Unos metros más abajo

desde el balcón se la ve

descansando sobre un nido

en las ramas de un almez.

 

La paloma está muy quieta

la paloma no se mueve

¿Qué le ocurre a la paloma

que su ágil vuelo no toma?

 

Tiene aspecto de salud

no calma su sed ni come

su atención no fija en mí,

mí presencia no la impone.

 

Se la ve con claridad.

Las hojas primaverales

en su verde despertar

la comienzan a ocultar.

 

Varios días lleva así,

siguen creciendo las hojas,

distinguirla más me cuesta

tal como pasan las horas.

 

Suponer que estará criando

que estará haciendo la puesta

siendo por ello comprendo

su abnegación manifiesta.

 

Es un hecho natural

es corriente entre las aves.

Corre la semana Santa,

abril, en estos lugares.

 

El macho incuba de día

mientras que come la madre

la hembra lo hace por la noche

tiempo en que se nutre el padre.

 

Han pasado veinte días,

no la veo, solo intuyo

una tenue mancha gris

un borrón en la espesura.

 

Ahora, solo imagino,

como eclosionan los huevos

como asoman los pichones

como arriban aires nuevos.

 

Nacen escasos de abrigo,

una suave pelusilla

una prenda muy ligera,

a la madre se acurrucan .

 

Estiran el cuello y buscan,

buscan la leche del buche,

la papilla alimenticia

para continuar su lucha.

 

Los pichones han crecido

la paloma ya está libre

puede marcharse muy lejos

hasta otros cortejos, libre.