OscarCampos

Fragil

(Prosa poética)

A lo lejos, suenan las notas de un piano, quizás tocadas por sus manos o su imaginación; una melodía rota; sus pedazos eran secuencias de su niñez y sus sueños que ahora flotan como hilachas en su dormitorio a media luz.

Entre esos muros, el reloj de la pared no marca los segundos, pero el tiempo se escabulle como una serpiente herida que busca un lugar oculto para morir. Atrapada presiente que su vida vacilante busca las sombras.

Las bisagras oxidadas de la puerta de su cuarto le hablan de historias que aún su memoria guarda, las promesas rotas, los amores vividos con la intensidad de una tormenta, mientras la nieve o las olas del mar parecían tragarse la pequeña embarcación. Finalmente estaba sola en una isla de muros blancos. No sabía si saldría de este lugar. Pensaba que la locura era su única salvación; así olvidaría la melodía quebrada de su vida.

Se atreve a mirar por la ventana; el mundo está fragmentado; al parecer todos quieren olvidarse de sí mismos. Una mujer la contemplaba; en su rostro solo signos de interrogación. Empezó a mirarla; hasta le parecía conocida; podía ver el fondo de su corazón; las lágrimas eran frágiles, y el pensamiento semejaba un acantilado donde las gaviotas giraban y en el fondo las olas se estrellaban con las rocas en una rutina en que la violencia parecía una paz brutal, incierta, pero reflejaba algo de calma. La lógica y lo inexplicable de la sensatez parecían un vaso oscuro a medio llenar.

La mujer que miraba por la ventana se preguntaba si la melodía que le rodeaba era la ilusión más bestial y caótica hasta la crueldad, o como las notas dulces del piano nunca creadas.

Había visto en aquel rostro algo de amor, un pequeño hilo de luz en su alma. El pequeño cuarto solo es un paso de amor. Sonrió a esa mujer... Se sonrió a sí misma.