La lluvia golpea el cristal,
pero aquí dentro,
el sonido es solo un eco lejano
comparado con el latido de tu cuerpo
pegado al mío.
El gris del cielo nos aísla del mundo,
y en el calor de tu abrazo,
el frío se convierte en una excusa
para no soltarme.
Tus labios, húmedos de silencio,
son la única conversación que quiero tener.
No hay nada afuera que importe,
porque en esta tarde de lluvia,
cada gota que resbala
es un preludio de lo que pasa entre nosotros.
Tu cuerpo se enciende en el mío
como si la tormenta fuera interna,
y yo, feliz de naufragar en la marea
que tus manos crean.
Nos dejamos llevar,
sin planes ni promesas,
solo el deseo latiendo
bajo la piel,
mientras el mundo se ahoga
en la lluvia que nosotros
hemos decidido ignorar.