Caminaba de noche,
intentando no escuchar el llanto,
la súplica constante de las lámparas.
Intentando no mirar las hendiduras
que dejan las estrellas en el lienzo negro
Hay un frío penetrante, efusivo,
que atraviesa el instante,
convidando una sensación de infinito,
convirtiendo cada sueño en lágrima,
cada realidad en metáfora,
como si la noche fuese un túnel,
colmado de palabras vacías,
en donde brotan muertos,
afables, sonrientes, graciosos.
Nadie me dijo que tenía que abrir los ojos,
que aun abriéndolos todo seria negro.
Que la noche abruma cuando no se tiene esperanza.
Que la esperanza muere entre temores y egos.
Nadie me dijo que tenía que cerrar los ojos,
para mirar hacia adentro y no hacia arriba.
Que los esqueletos no sienten el frío.
Que los cuerpos no temen a la noche.