Sobre la ciudad
el silencio se desliza como un reptil,
un engaño bestial,
el poder una red escondida
un aullido debajo de la tierra
despierta la vulnerabilidad del habitante,
así teje una calma aparente.
El habitante,
su alma una brisa de ecos
que dialoga con sus sueños
mientras conversa con el vapor
de su sopa nocturna.
El poder buscas estrategias,
como una célula cancerígena:
la información solo tiene un nido
la verdad que bebe del desamor
mostrando una paz
en palabras efímera
se enredan en una falacia
y las alas se disuelven en vuelo.
Los habitantes
despiertan con la lluvia
del amanecer,
su murmullo parece música ancestral
que se debate en la duda
como grietas de una represa.
El poder,
mostraba sus rostro y vestimentas
entre subterráneos oscuros
que en algún momento
la tormenta desnudó.
Hay algo que brota
como hierba entre las raíces
la memoria de una mariposa
su aleteo provoca caos
en los insectos que manipulan
el hambre en la muchedumbre.
Hay una lluvia que diluye el poder
inunda los subterráneos escondidos,
cuando la memoria y el pensamiento
colocan la verdad en el lugar exacto.
La ciudad encuentra
su voz encadenada,
y un canto abre el silencio,
los sueños son cuchillos
que cortan las amarras,
mientras el poder se reúne
en la mesa descolorida
para una trama,
pero una luz en los ojos,
la premonición del final.
El asombro despierta,
la mirada traspasa el alma,
el castillo, refugio de unos pocos,
una estrategia que se disuelve.
La esclavitud tiene candados,
basta una sola llave
para cerrar el dolor
y abrir los espacios de la liberación.
El poder emerge…muestra caras
como una serpiente de siete cabezas
un plan que causa temor,
el pueblo tiene miles de cabezas
en una sola,
mil manos, en una sola,
una raya, mil rayas…
Un asombro que despierta la memoria
es lluvia para un hombre libre.