tus manos abren caminos lentos,
una coreografía de pecados sin tiempo,
me trago el aire cuando siento
cómo tu lengua dibuja en mi piel
la geografía de un mundo nuevo,
un universo de piel y abismo
donde cada roce es una palabra
que nunca se dice,
pero duele.
tú, de rodillas en esa plegaria furiosa,
como quien reza a la oscuridad,
y yo me convierto en mártir, en fe,
en el vértigo que destilas sin tocar.
y me pierdo en tus labios,
en esa cárcel de lengua y dientes
que sabe y no suelta,
como si tu boca fuera el fin del mundo
y mi piel, su última oración de lascivia…