Es mi manera,
qué se le va a hacer.
Hoy no tenía frase
de cabecera, las últimas
lecturas no me han dado
pie para citas, tal que,
en estos casos tiro palante
con lo primero que se me pose
en la cabeza, sea la barbaridad
que sea, no hago distingos.
El escrito de hoy tiene que ser,
por justeza de tiempos, rápido
de ejecución, sin repasos ni
pulimentos que me sirvan
para que el producto que dé
a la imprenta sea digno de ella.
Lo que estoy escribiendo, asimismo,
tiene que ceñirse a este sangrado
—como ya saben, un sangrado
mentiroso en tanto que finge
un poema cuando ni por asomo—,
y las palabras que se me vienen
a la piscina de la mente tienen
que ser vertidas respetando esta
falacia, esta impostación absurda.
Es mi manera, sin mérito, y, siendo
mi dejarme llevar tiene el solo
sentido de derramar, por la fuerza
de una costumbre ya inveterada
por arraigada en mí, de escribir cual
se come, se bebe o se duerme, inercia
que me dejo seguir por no recibir
fuerza contraria que me apee de este
pasatiempo —tan sabroso por otra parte—
de inventar quimeras, de encarnar
imaginerías con el único propósito, sentido
y aliciente de suspender, aunque sea
la mota de polvo de una escasa media
hora, la flecha del tiempo, la ocurrencia
inevitable, inmarcesible de las cosas.
Hoy no tenía frase de cabecera...
y por contra, a vuestro pesar, se me ha
ocurrido esto.
Me tocaba escribir hoy...