Ciudad de cenizas,
de días interminables,
de noches silenciosas,
donde el aire apenas respira,
donde cada rincón es una sentencia.
El calor denso envolviendo el cuerpo,
pegajoso, opaco,
las paredes húmedas
se derraman, el sudor,
la memoria atrapada en el eco de un hogar
que no quiere ser hogar,
que te arrastra, te devora.
Caminas por tu casa,
con pasos arrastrados,
el olor de la comida,
la madre que te cuida,
que te pregunta,
te mira con esos ojos que no entienden,
que no saben,
que no pueden ver la angustia que te muerde por dentro,
te roe, te deshace,
te convierte en ese niño que nunca quiso ser,
el niño atrapado,
el hombre que no lo eres,
hombre reducido a nada.
El mundo se ha detenido,
pero aquí,
en este agujero de sol,
siempre estuvo detenido.