A veces quiero ser aire,
acariciar tu rostro,
como el otoño acaricia
las hojas de un cerezo,
llegar a ti en silencio,
sin voz, sin nada más
que un beso.
A veces quiero ser fuego,
envolver los sueños
en el manto oscuro
que dibujan las sombras,
develar el misterio
que dormita cautivo
en el fondo de tus ojos.
A veces quiero ser río,
llevar las tristezas
en el murmullo del agua,
disolver las angustias,
diluir las nostalgias
y entregarlas al mar
como infinita ofrenda.
A veces quiero ser tierra,
sentir el peso de tus pasos
sobre mi pecho sin tiempo,
germinar con la lluvia,
abrirme en pedazos vivos
y ser tallo, y ser hoja,
árbol de sombra profunda
enraizado en tu existencia.