Los hijos.
No son solo una palabra
parecida a nosotros.
Los cobijamos con afecto.
Crecen y se escapan
por la ventana.
Dejan el nido vacío
y el corazón sale a
palpitar afuera.
Un día regresan
con la fe intacta
a buscar el abrazo.
Y tal vez, lleguen tarde
a leer un epitafio.