En la penumbra de un cuarto callado,
donde el eco murmura secretos perdidos,
una sombra se asienta, un susurro apagado,
y la soledad viste sus ropajes heridos.
Te miro, suave sombra en la esquina,
con tus brazos vacíos, tu mirada distante,
y en el aire flotante, un perfume de ruina,
como un canto olvidado, como un verso errante.
Las horas se deslizan, lentas y pesadas,
como hojas marchitas en un otoño eterno,
cada tick del reloj son campanas calladas,
de anhelos caídos, de sueños sin puerto.
La luna asoma pálida, testigo de mi pena,
y la noche murmura historias de antaño,
recuerdos que se asoman, como un viejo poema,
donde el amor se esconde, y el tiempo es un extraño.
En cada rincón, se siente el lamento,
de risas que fueron, de abrazos que faltan,
la soledad danza al ritmo del viento,
mientras mis pensamientos, con sombras se saltan.
Y en este profundo silencio que abriga,
mis anhelos flotan, como barcos perdidos,
buscando un refugio, una luz que se siga,
en un mar de nostalgia, entre sueños heridos.
Soledad, incomprendida y sombría amiga,
en tu abrazo encuentro la calma y el llanto,
y en tus ojos vacíos, la vida se cierra,
como el ciclo del tiempo, eterno y quebranto.