PAULETTE.
A ella le hubiera encantado alcanzar la primavera, llevarla hasta sus ojos, pintar de verde las soleadas arboledas, cargar de sus pupilas los tendidos pastizales y escuchar a los zorzales de la luz de primavera.
Hubiera sido hermoso, para ella, ser la flor: una rosa, una violeta o simplemente un girasol.
Sin embargo, no fue nada, porque ella así lo quiso. (Se secó como la hoja que cruzó todo el otoño. Se perdió como la rama que se desprendió de un árbol). No llegó a la primavera, porque no creyó en su esencia, ni en el néctar que libera la estación de la excelencia.
A ella (particularmente a ella), le hubiera encantado alcanzar la primavera.