Al cruzar la calle avanza hacia abrir la puerta
y lleva su certeza como compañía.
Es el rumbo que eligió y es un buen día.
Dejo atrás esa lluvia que trasgrede
y selló la costumbre de estar juntos.
Hizo bien soltar su fe mas no la creencia
de que sufrir es siempre pasajero
que la inmensidad de la cama es libertad
y revolcarse hacia el lado vacío
queda bien como espacio del ser vital.
Desde su balcón mira la calle
y escucha el repicar de los tacones
qué seguro -y está bien- por la misma trocha volverán
ya olvidado el sabor del último beso
o si dará uno distinto al regresar.
Un ave se posó en una esquina
queriendo fingir la primavera o algo así
y la miró pasar por su frontera
y marcó el espacio con su tiza
que la vieja costumbre quedo atrás.
Ahora fluye la vida con un nuevo compás
abierta a migrar hacia un nuevo estar ahora
y elegir el beso que despierta
y la compañía que acompaña
y la caricia que no invada la ternura
y eludir la fuga que empobrece su caudal.