Está más salado el mar,
porque he llorado en sus aguas
contándole que te vas.
Ya mi voz es un lamento,
es hiel que grita dolor
al ver que tú estás tan lejos.
Hoy me consuela la luna;
con su luz seca mis lágrimas
y las estrellas la ayudan.
Esta noche, tibia y negra,
me servirá de mantilla
para el frío de mi pena.
Yo quiero hacerme un rosario
con toditos tus recuerdos
para guardarlo en mis labios.
Ya no canta mi guitarra;
no vibrarán más sus cuerdas
porque tú no estás en casa.
Me quebró tu despedida
como se quiebra el silencio
cuando el trueno lo castiga.
Me diste un adiós a voces
y ese adiós fue para mí,
¡el credo de los adioses!