Cerró la puerta con cerrojo y doble llave,
nunca imaginó que la soledad
minaría su entendimiento.
Tras los cristales de su alcoba observaba a los pájaros del jardín
que entre los blancos lirios se resguardaban de la lluvia
sufriendo de hambre y frío.
Y de entre las sombras,
la deslumbró un Ángel de luz que batía sus alas
intentando borrar el motivo de su locura.
Palpó su vientre yermo,
y en su delirio
acarició la cuna de sus quimeras,
y una nana le brotó del pecho.
“Al runrún que se duerme mi niña”.