La gente me pregunta
qué quiero de la vida.
yo respondo, ser feliz.
Pero insisten, hay que ganársela.
Entonces, yo les pregunto:
¿Acaso no es algo que traemos dentro?
A la gente siempre le falta algo,
¡qué manía!
Yo, que nací desnudo,
sin poseer nada,
ni siquiera una palabra,
sólo el grito desvelado
anudado en la garganta
—como todos—.
No me quejo.
Estoy incompleto,
eso lo sé muy bien.
Por eso me transformo,
fluyo, ligero como la lluvia,
dejándome empapar
por lágrimas nacidas
de mi tristeza,
y también de mi ventura.
Y en ese vaivén constante,
encuentro mi complemento.
¡Cómo se alegra mi corazón
en la danza misteriosa
de mi propio reencuentro!
Me hablan del trabajo,
de la lucha,
del precio que hay que pagar.
Mientras yo,
en silencio de mediodía,
al despertar,
me preparo un café
y un sin saber
que acaba de nacer.