La última vez que te tuve cerca
ni un adiós pronunciaron tus labios,
pues, no hacía falta porque ya lo sabia
lo habia sentido en la frialdad de tus besos.
en la ausencia de los susurros de amor al oído,
los suspiros que lentos entraban en agonía
me alertaban que solo en el recuerdo quedarían
porque el amor que nos juramos un día pronto moriría
y quizá todo mi afecto con el desprecio pagarías.
Muchas veces pensé que era el único en tu vida
que se había quemado en la calidez de tu piel
y me había dejado cautivar por la luz de tus ojos
y que con locura hasta mi alma entregaba.
Ni un adiós salió como última palabra
como una espina me desgarró tu silencio
y aún muero cada vez que te recuerdo
porque entra en agonía mi respiración
y te siento atravesada dentro de mi pecho.
EL ERMITAÑO SOÑADOR