El Mar se subleva, se vuelve hosco
por la ignominia del hombre ciego que no ve más allá
de su ombligo.
Ese hombre que le expolia las entrañas,
y en su útero evacúa sus miserias.
Olvidó el hombre, que en su inmensidad lo llevó más allá del horizonte,
que lo acunó como una madre amante y lo alimentó con el fruto de su vientre.
Se olvidó el hombre, que el Mar es el sustento de la vida,
agua que purifica la existencia,
el yodo con que cura sus heridas,
inagotable fuente del erario
que ampara el equilibrio de la Tierra.
Y a cambio,
recibe la infecta basura del descontrolado consumismo
profanando el maná de su matriz.
Pero cansado de tanto expolio, vomita plomo indigesto
y devuelve a sus playas parte del desecho hediondo con el cual el hombre lo bombardea y lo envenena sin piedad.