La belleza, frágil
Jóven desconocido,
te había escuchado al pedir café
sentado enfrente a mí;
apostaste;
yo, una extraña;
aunque bien pensado,
tenías intención de leer,
nadie molestaría
a dos de ellos,
indiferentes;
pero, la noticia te sorprendió;
tu voz era varonil y pausada,
imaginé a un poeta en el parnaso;
yo una concomitante,
misteriosa, indescifrable,
mujer.
Lynda Ph.