Tengo el deseo de dejarlos… abandonarlos… construir desde cero un futuro incierto que, desde su concepción, está destinado a acabar con el mismo trágico final.
Aquí fue muerto y corrompido el poema.
La pura puta que, putrefacta, se arrastra, arrasando.
La miserable, egoísta, que corrompe todo lo que toca, lo que ve, lo que desea.
Su mirada deshace el infame amor que, en su cúspide de cristal,
se tiñe con la sangre de mis retazos,
rastrojos del tiempo olvidado que sigue siendo vivido.
El amor…
La miserable contracción que en mis labios recita
la condena piadosa de su denigrante existencia.
Muere.
Decido olvidarte.
La de mi asfixia, siendo consumida,
mi condena irascible.
Silencio.
Decido ignorarte.
Perra abstracta que, con sarna, desmiembra los rastrojos
conectados en su piel putrefacta.
Desconecta la mirada perdida
de su propia existencia escasa.
Asquerosa presencia que aleja a sus únicos, incógnitos benefactores.