Que tu alma siempre afane porvenires,
los que mejoren el soñar en todas las auroras y las alboradas,
y yerga entre magines un jardín de flores con aromas;
que se mantenga en guardia para que no fenezcas,
y si tu alma sucumbiera, que recobre su postura
raudamente en un acto en el que el hálito de los años
no marque detrimentos en tu corazón que deleznablemente vive;
que guarezca en los momentos de dicha y donaire
y en las exaltaciones de las pasiones que la nutrieron;
que se mantenga siempre avante, ya que perduraron
en ella la esperanza y la fe, los lastres sorteó,
valerosamente como combatiente, sin que nada la venza;
que, con fidelidad a ti, lidió batallas sangrientas sin extinguirse
porque tu alma no se destruye en la beligerancia.