Testigos de nuestro amor
son las estrellas, el cielo,
el encinar, el robledo,
de las águilas el vuelo,
la hierba verde del suelo,
en primavera el deshielo,
el murmullo del riachuelo,
música de violonchelo,
el dulzor del caramelo,
y hasta el diablo cojuelo
que enredado entre tu pelo
te mostró como modelo
y de mis ojos el velo
quitó sin ningún recelo
alimentando el anhelo
de sentir tu terciopelo
aportándome el consuelo
de, en un mundo paralelo,
convertirme en tu gemelo
y también tu reyezuelo.