Patricio era un niño asombroso, muy ocurrente y maduro a pesar de tener sólo seis años.
Como iba a un colegio religioso, había empezado a aprender algunos hechos de La Biblia, impartidos con sencillez, para que sean fáciles de entender.
Un día llego a la casa muy entusiasmado porque la Hna. Clarisa les había leído un cuento sobre la creación del mundo.
Quedó muy impactado, y en su afán por compartirlo, dio a sus padres su propia versión del relato.
Hubo preparativos de mate y café con leche para Patricio, se sentaron alrededor de la mesa dispuestos a escucharlo atentamente y así comenzó a contar la historia, por supuesto, muy condimentada con su imaginación.
“Parece que había un abuelito con una barba muy larga que estaba a oscuras en un lugar muuuy grande.
El abuelito se llamaba Dios, entonces prendió la luz y se dio cuenta de que no había nada, ni siquiera una silla para sentarse. Entonces Dios, agarró un pincel enorme y empezó a dibujar un campo grande grande, con un río ancho y del otro lado unas montañas altas y marrones con los picos tapados de nieve. Todo era muy lindo, pero parece que la nieve se derretía rápido porque cuando dibujó el sol le quedó muy cerca de las montañas.
Después pintó muchos árboles para que le dieran sombra, y muchos animales.
Era muy lindo y le puso de nombre Paraíso.
Como Dios tiene poderes, dijo que sopló muy fuerte y todo se empezó a mover y se volvió de verdad.
Al final hizo un papá y una mamá para que fueran los dueños de ese lugar y lo cuidaran, y los adoptó, al papá le puso Adán y a la mamá Eva.
¡Ah!! Nos contó que la mamá le dio más trabajo porque tuvo que operar al papá y sacarle una costilla... o algo así.
Lo único que no les regaló, fue un árbol que daba manzanas, no entendí por qué, a lo mejor las quería solamente para Él.
Pero no importa, porque les dijo que podían comer todo lo que quisieran de todo lo demás.
Resulta que un día se cayó una manzana al piso y una víbora mala la arrastró hasta la mamá, y la mamá pensó que, como se había caído, Dios no se iba a dar cuenta, entonces la mordió y le llevó también al papá.
¡No saben cómo se enojó Dios!! ¡Se dio cuenta!!
Y sí, ya sabemos que los padres se dan cuenta de todo, y ellos desobedecieron, para mí, fue una prueba.
Pero fue tanto lo que se enojó que, como penitencia los echó.
Parece que afuera del Paraíso, no era tan lindo y no tenían tantas cosas para comer.
Después se arrepintieron, pero se portaron mal y tenían que cumplir el castigo; como cuando yo me porto mal y ustedes me ponen en penitencia.
Lo que todavía no nos contó la Hna. Clarisa es si los perdonó pronto, pero prometió leernos los cuentos que siguen, y que son un montón.
¿Habrán aprendido que hay que hacerles caso a los padres?”
Los padres de Patricio estaban muy divertidos y muy orgullosos de su vasta imaginación y capacidad de razonamiento, teniendo en cuenta sus apenas seis años.
Miriam Venezia
04/11/2024