Cada verso es una caricia invisible,
un suspiro atrapado en el aire
que aún conserva el perfume de tu voz.
El papel, amarillento y arrugado,
guarda las huellas de tus manos,
como un mapa de un amor que, aunque distante,
sigue latiendo en las grietas de mi alma.
Y en cada palabra escrita,
resucitaba tu risa,
y mi corazón,
una vez más,
se volvía a perder entre los pliegues
de tus versos olvidados.
El tiempo se deshace entre mis dedos,
pero tú, con tu poesía,
sigues siendo la chispa
que excita mi vida.
Tus versos, suavemente arrullados
por las sábanas de la nostalgia,
se entrelazan con mis sueños, con tu boca,
y en cada rima, el viento lleva
nuestros nombres,
como un beso eterno
que nunca ha dejado de existir.