-I-
Cuando llegue a tu tierra
sé que no estarás,
pero te buscaré
en la sonrisa de un desconocido
y en la voz que conversa
sin rostro detrás de mí.
Cerraré los ojos
y pensaré agudamente,
en todas las palabras
que compartimos.
Tú estarás conmigo otra vez
en este entrañable lugar,
donde alguna vez
me llamaste por teléfono
para decirme que me querías
y me habías escrito un poema.
Me detendré en la ingenuidad
de aquellos años fugaces,
que se desbordaron
como agua en un vaso colmado,
y en cuyo exceso me encuentro vertido
(derramado);
en el orgullo febril de la juventud,
que ahora carga su edad
como una cruz que arrastra su madero;
quiero que nunca sepas
(y sé que nunca lo sabrás,
pero permíteme hablarte
como si estuvieras aquí)
que todo suma a este pesar
de no poder verte.
Cuando mi presencia
alcance tu ausencia,
a mi antojo seré nuevo otra vez,
y tú también,
aunque los relojes insistan
en girar hacia adelante.
Pero yo sé
que todo es inefable círculo,
y no haré esfuerzo en nadar
contra corriente.
-II-
Sentado en este café,
a través de las ventanas,
paso y repaso
la fisonomía del transeúnte,
ajena a mí
pero tan íntima,
mientras recojo el eco de tus versos,
como quien levanta del suelo
un recuerdo preciado que se ha caído.
Dejo en la mesa
un reloj levógiro,
detenido.
Aquí yace una servilleta
con un recuerdo escrito
de aquel tiempo sin tiempo,
cuando mis palabras
eran más grandes
que lo que ahora alcanzo a decir.
Me retiro al bullicio nocturno
de la Avenida Corrientes.
-III-
Cuando llegue a tu tierra,
seré un extraño,
el extranjero que ya conoce
los caminos que trazamos juntos.
Caminaré sobre el silencio
que guarda tus secretos,
aunque tú ya no estés.
De la serie Memorias de servilletas:
Memorias de servilletas I: https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-747569