En el sendero de la vida, se despliega un tapiz de elecciones,
cada hilo, una decisión, entre sabiduría y voces vanas.
La prudencia nos susurra, con tono suave y firme,
invitando a caminar por rutas que al bien afirme.
Mira el hombre sabio, cuyos pasos son medidos,
que en el consejo divino, sus oídos han sido bendecidos.
Evita el sendero del necio, cuyo rumbo es errado,
pues en su corazón, el orgullo se ha echado anclado.
La sabiduría es un faro, que al prudente ilumina,
en mares de incertidumbre, su luz pura y divina.
Mas el tonto en su barca, ignora el faro y su guía,
navega en la oscuridad, hacia la tormenta que espía.
El sabio como el olivo, en tierra fértil crece,
sus raíces se hunden profundamente, en la verdad que ofrece.
El necio, cual paja en el viento, sin rumbo es llevado,
por caprichos del destino, sin fundamento es arrastrado.
En el consejo de Jehová, hay refugio y fortaleza,
un escudo contra el miedo, una torre de nobleza.
Quien en su sabiduría confía, hallará la paz verdadera,
mientras que el que la desprecia, su camino solo empeora.
Así, el prudente y el sabio, en armonía avanzan,
con la mirada en el horizonte, donde la esperanza danza.
El necio, en cambio tropieza en la piedra de su ego,
y en su caída, descubre el precio de su juego.
Por tanto, elige la sabiduría, elige el amor, elige la vida,
que en cada paso consciente, una bendición es tejida.
Y en el gran diseño del tiempo, tu historia será escrita,
como un poema a la prudencia, en el libro de la vida infinita.