Paseamos
por el puente
a una fuente
natural
y bebemos
con dulzura
la amargura
del final.
Unos cantan,
otros lloran
cuando otrora,
por nacer,
fuimos puestos
cuerpo a tierra
por la guerra
y el poder.
Recogemos
los pedazos
en cedazos
de ilusión,
esperando
que la criba
nos escriba
en su guion.
Es la vida
la batalla,
su metralla
hierro y fe
que la sangre,
por la arena,
su condena
ya ni ve.
Nos diluimos
entre el barro
y el desgarro
redentor
de la lluvia
que acaricia
la delicia
del amor.
Y la muerte,
como paso
del ocaso
de soñar,
va a mi lado
ya que debo
ver un nuevo
despertar.
Es efímera
nuestra estancia;
la constancia,
como ves,
es la forma
de dar parte
en el arte
de tus pies,
que caminan
al amparo
de ese faro,
cuya luz
centellea
por los mares
que elevares
a la cruz.
Dos minutos
y nos vamos
como gamos
a pastar
por los prados,
por veredas
y arboledas
sin hogar.
Elevemos
nuestras voces,
que los goces
de vivir
son amantes
corazones
de pasiones
y sentir.
Pues la vida
nos es dada:
todo y nada
sin por qué.
No preguntes,
no hay respuesta,
tu alma apresta,
vive y sé.