Se abrió las venas
y lamentó no encontrar alli
lo que buscaba.
Encontró un tamis mágico que pudiera
servirle para retener las particulas más pequeñas
de la sangre.
Roja totalmente, un poco espesa,
se coló por los orificios
y desapareció dejando un brillo de sol.
Solo pepitas de oro quedaron fijadas en el colador,
aun así, no le satisfizo el resultado.
Nada lo sorprendia, solo un interés lo movía,
en la sangre, creyó, no estaba lo que buscaba.
Trataba de encontrar la razón de vivir,
olvidó cerrar sus venas y la sangre fluyó
como un rio alegre.
Ni se cuenta se dió que se tiñó de rojo,
ni cuenta se dio cuando empezó a soñar cosas maravillosas,
ni cuando empezó a ver la luz deslumbrante,
que no enceguecia y que le otorgaba
la sabiduria del mundo,
encontrando la verdad de su esencia,
mientras moría lentamente, esperando
ser despertado de la muerte.