¡Yo sé de tu dolor!
Estoy cansado,
todo(s) aburre(n), podredumbre,
el tiempo se me va en repeticiones,
nada espontáneo, auténtico, distinto,
en la inmensidad,
estoy ciego, yo pensaba que podía ver,
sé demasiado de lo que son capaces los hombres,
aunque evidente, trastorna,
el cambio por permanente sabe a recursivo.
Lo nuevo sería que los árboles, un día cualquiera,
nos miraran con unos ojos desorbitados llenos de compasión.
Estoy en aquella edad en que la mayoría de las gentes
podrían ser mis hijos, todos iguales,
profundamente extraviados.
Cioran titulaba una de sus obras:
“del inconveniente de haber nacido”,
quisiera ir un poquito más allá:
¡maldito universo!
¡Qué libertad!
suplicio, es el castigo del existir;
¡bendita nada!
como quisiera emborracharme hasta alcanzarla,
porque te conozco.
¡Necio de mí!