Alberto Escobar

Ya macuesto

 

Vivir 
es 
prestar
atención. 

 


No he dormido siesta,
todavía, y esta mañana
me levanté con alguna
hora de sueño, alguna
que me faltó por dormir;
el timbre sonó, por dentro
sabía que lo probable era
que durmiera poco dado
que ayer recibí un mensaje
del casero informando visita
de una nueva inquilina,
y de la bienvenida a un nuevo
microondas; escasas cinco
horas que ahora están pesando
en el tecleo necesario de las 28
letras de un abecedario yermo,
vacío de contenido, con un frío
atravesando las calles en un sentido
y en el contrario, y por semáforos
una gramática cada día más abstrusa
para mi gusto, más illevadera. 
Cuando termine de escribir lo mismo
me pongo ermobi una media horita,
para quitarme la caraja, como decimos
aquí, y poder resistir los párpados
hasta una hora en que sea decente
acostarse en serio, con pijama franelero
y la colcha hasta el barboquejo, y amanecer
cuando el sol ya pueda, por la ventana, 
darme los buenos días, como mandan
los cánones. 
No he dormido siesta, y a una amiga, 
que me habla por guasa, le sorprende
que no haya cerrado la vista aún fuera
el escaso lapso de media hora, y le digo
que sí, que justamente eso es lo que haré
en cuanto cuelgue este sinsentido
en el blog que unos incautos me permiten
para dar luz a mis tinieblas, y yo agradecido
por poder ocupar sin merecerlo el dorado
tiempo de más de uno de los que, aburridos,
acuden a vivencias que no importan a nadie. 
Cierro ya, que los ojos se me cierran tal que
el telón de un teatro cae tras el aplauso 
de un público que pide más de lo que se le ofrece,
y, a pesar de la decepción, mantienen la elegancia
intacta y la buena imagen de una cuna ya añeja,
ya con solera, y que con no volver consideran
suficiente pago a tanto intalento. 

Cambio y cierro, ya está buenooo.