Cabalga el galán de noche
en una rama cuajada
de rocío, perfumada,
es elegancia en derroche.
Es el jazmín grácil broche
que presume en el jardín
y se pasea en su coche
bajo la luna de abril.
Amante la madreselva
enredada en el balcón
es un abrazo de amor
que mantiene el alma presa.
Azucenas y gardenias
con su blancura perlada
hechizan la madrugada
mientras el tiempo se agota.
De la vieja fuente brota
el eterno murmurar
de sus aguas de cristal
concierto para las diosas.
Sobre los claveles duermen
las lágrimas de la noche,
que tiemblan ante el susurro
de la brisa que los roza.
La magia envuelve el rosal
dulce aroma delicado
bajo el sauce enamorado
que no deja de llorar.
Es fácil poder soñar,
el cielo aterciopelado
profundo, inmenso, callado,
que te deja levitar.
Alma frágil fantasiosa
que se encanta al contemplar
el hechizo de la noche
y del alba el despertar.