No podemos sostener la armonía del silencio,
aun cuando los verbos se precipitan contra los labios,
mutilando los latidos,
intentando reanimar la ausencia,
con su agobio inexorable.
No podemos evitar la progresión del amor,
aun cuando la palabra se muestra mezquina,
y el aire renuncie a la esencia de su destino,
ataviar el cántico del susurro,
con la frescura de los anhelos.
No podemos evitar la mirada,
la correspondencia del pensamiento,
a la evocación de los recuerdos,
esa memoria viva de las caricias,
que se estimula al cerrar los párpados,
transformando la visión en añoranza.
No podemos evitarnos el uno al otro,
la voracidad compartida de la pasión,
los fragmentos de vida,
que se entregan en un beso,
los fragmentos de muerte,
que se viven cuando no te tengo.