En tu presencia, Dios mío
siento tu dulce amor y consejos.
Eres mi abogado, juez de lo humano,
mi redentor, quien me guía con su mano.
Como una niña cobijada,
me siento protegida y segura.
Tu gracia es una brisa refrescante,
que calma zonas áridas y secas.
Tu amor es inmesurable,
me has perdonado y levantado.
Me has transformado y sigues haciéndolo,
gracias por ser mi Dios Eterno.
Eres mi todo, mi refugio,
mi guía y protección.
Gracias por hacerme quien soy,
y por estar siempre conmigo.
Tu eres Dios, no hay más.