Se acerca la hora de marchar…
De alejarnos en silencio.
De volar cual invisibles ángeles que despiden madrugadas y noches estrelladas.
Porque el tiempo acaba como empieza y el claro cielo oscurece en la tormenta.
Así la vida compartida se desliza tan silente y parca como un beso que no aflora.
Pues sentimos caminos diferentes.
Y el café ya no lo bebemos gota a gota.
Porque el afán de cada día está presente.
Y la caricia tierna se ha perdido entre las ropas.
Los motivos se perdieron en penumbras.
Ya cansados de vivir de nuestras cosas.
Y la fiesta de tenernos se termina.
Al sentir que nuestra vida… ya es otra.
No es necesario volver a inténtalo nuevamente
Ni derrota pretender otro sendero.
Pues el amor ha de llegarnos sin buscarlo
Como aquel día en que enloquecimos por completo
Y aunque sé que el intento martiriza
No volveré mis pasos hacia ti… amada mía
Porque en esta triste y anunciada despedida
No contemplo mi vida…
¡Sin el encanto eterno de tu mágica sonrisa!
Rafael Blanco López