Me persigue el eco de un pensamiento:
si te odié, me odiaba a mí mismo;
si te amo,
es todo el amor que he encontrado en mí.
Eres mar,
pequeño y único para el universo,
inconmensurable para quien te habita.
Soy el náufrago que llegó a tus aguas,
un accidente bendito,
y aquí sigo, flotando en tu marea.
¿Cómo es posible que tanto océano
no pueda ser bebido?
Y sin embargo,
en la orilla donde la vida roza la muerte,
cuando todo miedo se reduce al mínimo,
un sorbo de ti me estremece.
Ese sorbo,
dulce y salado como el tiempo,
cuestiona toda mi existencia,
derriba muros de certezas
y al final,
me salva.