Cuando tú vienes,
mi tristeza,
como las olas inquietas,
se disuelve en la calma
y encuentra su refugio
en la tibieza de tu piel,
arena que guarda
el calor de un sol sereno.
El tiempo no se burla,
no lanza enigmas al aire,
solo susurra, leve,
su melodía infinita,
y en sus notas descubro
la serena plenitud
de lo que calla el alma.
Mis pasos se aligeran,
mis manos olvidan urgencias,
y el mundo, como un respiro,
se aquieta en tu presencia.
Entonces todo es luz,
un abrazo que no se nombra,
como el eco del mar
que se pierde en la brisa,
dejando en la orilla
un instante eterno.