Te mereces que alguien con deleite observe el cielo y,
que al final de la tarde cuando el sol recaiga en los hombros de la tierra, piense en vos mientas los astros se levanten con la armonía que pone a la tierra a girar.
Y que cuando la tierra gire, el mundo se mueva
y la vida resurge en la vida,
y que gracias a ello los árboles crezcan y den aire,
aire que se encapsule en dos pulmones limpios y fuertes.
Mientras el agua hace su rotación periódica hacia la lluvia, ríos y mares.
Te mereces que mientras te halles en tinieblas te hagan ver luz.
Que entre todo el ecosistema de cosas y caos, te halle en medio, amarrado al ciclo
y que gracias a ello habites, te alimentas y existas con el mismo significado que existe para Dios las aves que le cantan por la mañana indicando que hace un nuevo día.
Te mereces que al despertar,
el recuerdo de tu sola existencia
ponga a ese alguien a pensar en arte, brisa y magia.
Que rehabilite el deseo de querer devorarse al mundo
con tu mano enredada en su mano.
Que en cada canción encontrada,
encuentre tu nombre enredado en una aureola de letras.
Que te hagan saber que sos lo menos necesario pero a la vez lo más querido.
Te mereces que en tiempos de guerra
te den paz.
Que en tiempos de hambruna
fuerza.
Que espalda a espalda peleen con voz,
tu patria y tu credo.
Que juntos griten las injusticias de vida.
Que en tiempos de invierno
te construya una hoguera y que en tiempos de sol te hagan sombra pa’ descansar de lado a lado hasta que el tiempo se haya agotado.
Te mereces caricias donde antes hubo miles de inseguridades abiertas.
Complejos que solo con tiempo se van esparciendo.