Un árbol,
un ser sujeto,
una piel áspera
de intemperie,
un sentir
del que no tengo
noticia, raíz,
tronco, hojas,
fotosíntesis,
lluvia acariciando
su piel, su tierra,
su sustento,
y el barro debajo,
la cavernosidad
que el enredar
de raíces gesta en orden
a sentirse firmes, seguras
contra el rigor de un suelo,
de unos vientos, de un tiempo,
de unas tempestades
a destiempo, y de la mano
amiga, a veces, y otras no
tanto, de alguien que se acerca.
Un árbol, dos árboles
una arboleda, un soto
cercando la ribera de un río
que no deja ver— y unos patos
surcando la tranquilidad del agua,
una estela, una flecha imparable.
Un árbol, grande, frondoso,
futuro abrigo-leña de tantos
y tantos, un cielo, unas nubes
pesando arriba para derramarse
de un momento a otro.
Y yo aquí, solo, contando árboles...