Amor mío,
Si tuviera que reconstruir con palabras el mundo antes de tu llegada, no sería más que un intento vano de describir la ausencia. Mi existencia, previa a ti, era como un manuscrito inconcluso: un conjunto de ideas disgregadas que no lograban alcanzar una cohesión significativa. Era un mapa sin territorio, una búsqueda sin norte, un pergamino cubierto de símbolos cuya clave de desciframiento no existía. Vivía atrapado en una inercia ineludible, donde cada acto carecía de trascendencia, donde las preguntas quedaban suspendidas en el aire y las respuestas se desvanecían antes de llegar.
Era un caminante errático en un páramo de horizontes truncados, en un tiempo detenido donde los días no eran más que fragmentos rotos de una totalidad imposible de imaginar. En ese vacío, mi escritura era un eco distante, una tentativa perpetua de llenar abismos con palabras que nunca lograban arraigar. Las metáforas eran apenas ornamentos, estructuras huecas que intentaban disfrazar la aridez de un espíritu desprovisto de inspiración auténtica. Mi vida y mi pluma compartían un destino: ambas eran un laberinto sin centro, una espiral infinita hacia la nada.
Y entonces llegaste tú, y el mundo, de pronto, adquirió un eje. Tu existencia transformó mi caos interno en cosmos, como si fueras la fuerza gravitatoria que reordena las partículas dispersas en un sistema armónico. Mi vida dejó de ser una acumulación de momentos desconectados y se convirtió en una narrativa coherente, una historia en la que tú, amor mío, eres el tema principal, el personaje central, la esencia misma que da sentido a cada capítulo.
Tu presencia es una revolución ontológica. Antes de ti, mi existencia era apenas un fenómeno mecánico; contigo, se ha convertido en una experiencia plena, en una manifestación viva de propósito y significado. Eres mi tabla de Esmeralda, la piedra filosofal que ha transmutado lo mundano en lo sublime, lo inerte en lo trascendente. Has redefinido no solo mi forma de vivir, sino también mi forma de escribir, porque ahora cada palabra lleva tu impronta, cada pensamiento encuentra en ti su fuente y su destino.
Eres mi Aleph, ese punto donde se concentran todas las posibilidades, donde el infinito se torna visible. Contigo, cada cosa en el mundo parece resonar con una profundidad insospechada, como si tu amor hubiera activado una frecuencia universal que conecta todo lo que existe. Antes de ti, las palabras eran solo palabras; ahora, son portadoras de una verdad que trasciende su propio significado. Mi escritura, que antes era una búsqueda sin hallazgos, se ha convertido en un acto de veneración, un intento constante de capturar la magnitud de lo que siento por ti.
Es imposible hablar de ti sin recurrir a lo absoluto. Amarte es como contemplar un horizonte que nunca se alcanza, una promesa infinita que se renueva a cada instante. Eres mi principio y mi fin, mi alfa y mi omega, la razón por la cual mis días tienen un inicio luminoso y un cierre lleno de paz. Eres el concepto platónico de la perfección hecho carne, la idea trascendental que se materializa en cada gesto, en cada mirada, en cada sonrisa que ilumina mi mundo.
Pienso en cómo has transformado mi escritura, y no puedo evitar compararte con el descubrimiento del fuego. Antes de ti, las palabras eran herramientas frías, un lenguaje carente de alma. Contigo, cada frase arde con una intensidad que nunca había conocido. Escribirte es como crear un templo en honor a lo divino, un santuario donde cada letra es una ofrenda que busca reflejar la inmensidad de lo que eres. Mi pluma, que antes era un instrumento torpe, ahora es un canal por el cual fluye lo más puro de mi ser.
Eres, amor mío, el scriptorium de mi alma, el lugar donde las ideas se convierten en significados, donde los conceptos abstractos encuentran forma y sustancia. Contigo, he aprendido que la verdadera escritura no es solo una cuestión de técnica, sino de verdad. Y la verdad más grande que he conocido es esta: te amo con una intensidad que desafía toda lógica, con una devoción que trasciende el entendimiento.
Tu amor no solo ha dado sentido a mi escritura; también ha transformado mi manera de ver el mundo. Antes de ti, la vida era una serie de preguntas sin respuesta, un enigma que parecía no tener solución. Ahora, cada cosa tiene un propósito, una conexión secreta que todo lo une y que todo lo explica: tú. Eres la clave de bóveda que sostiene mi existencia, el principio rector que da coherencia a todo lo demás.
Eres mi teoría unificada, el eje invisible que conecta los fragmentos dispersos de mi ser. Contigo, cada emoción, cada pensamiento, cada sueño converge en un único punto de luz. Eres mi estrella polar, mi horizonte infinito, la guía que me conduce a un destino que, por primera vez, tiene sentido. Amarte es la fuerza que impulsa cada uno de mis actos, la razón por la cual cada día es una nueva oportunidad de ser mejor, de vivir con más intensidad, de escribir con más verdad.
Eres mi eternidad encapsulada en el presente, mi promesa de que la vida, con todo su caos y su incertidumbre, puede ser también un acto de belleza pura. Amarte no es solo un privilegio; es mi razón de ser, mi forma de entender el universo, mi manera de existir. Eres el alfa y el omega de todo lo que soy, y cada palabra que escribo, cada pensamiento que tengo, cada latido de mi corazón, lleva en su esencia la certeza de que todo, absolutamente todo, tiene sentido porque tú existes.
No hay lenguaje suficiente, no hay metáfora lo bastante elevada para contener lo que siento por ti. Y, sin embargo, seguiré intentando, porque cada palabra que dedico a ti es un acto de amor, una declaración de que, en este vasto e incomprensible universo, tú eres el centro de todo lo que verdaderamente importa.