Despertar cada mañana y agradecer a La Vida.
Caminar a la cocina, poder preparar el mate.
Conservar en la memoria a las personas queridas.
Abrir las ventanas, dejar que el sol me acompañe.
Que el aire renueve el día y barra las amarguras.
Recibir mensajes con noticias de mis hijos.
La llamada de un amigo y disfrutar la charla.
Sentarme frente al escritorio, abrir la computadora e inundar de música la casa.
Que la actividad coral me envuelva siempre en esa fascinación que sucede en cada ensayo.
Tener a mano lápiz y papel, y poder capturar mis ideas y pensamientos en las palabras.
Jugar con ellas y que posibiliten el nacimiento de relatos o cuentos productos de una consciente escucha.
Compartir las letras, en ese lugar de inspiraciones mágicas, con quienes poseen ese Ángel que les permite apreciarlas.
Que sean claras y accesibles a todos.
Completar mi proyecto acompañando a alguien, de cualquier parte, raza, creencia o rango etario, que se sienta movilizado por alguna de mis palabras.
Repasar mis acciones y mi conciencia, agradeciendo a Dios mi día.
Un buen descanso, y tener un sueño reparador.
Cuando estas cosas suceden, hacen que sea un gran día.
Miriam Venezia
17/11/2024